Mi amigo Eugenio, se casó con una de esas mujeres atractivas e independientes (la super-mujer típica del milenio). El insistía durante el cortejo y al principio de su relación, que eso era sin duda lo que más le atraía de ella. Sin embargo y como pasa muchas veces, lo bueno se convierte en no tan bueno, sobre todo cuando tienes que vivir con esto, por el resto de tu existencia, todos los días.
Hemos repetido muchas veces en este blog, que una de las claves del bienestar y la felicidad es el equilibrio y demasiada independencia puede convertirse en un problema si no es manejada con la medida necesaria. El primer signo de que la esposa de Eugenio, estaba sobrepasando los límites de su independencia, fueron las largas horas que dedicaba a su trabajo debido a que se encargaba de todo en su negocio, pensaba que nadie podía hacerlo como ella, al punto que su talento para delegar era casi nulo. No había ni una pizca de humildad o de espíritu de trabajo en equipo en la forma en la que manejaba su empresa.
Los malos hábitos tienen la particularidad de que tienden a degenerar con el tiempo. A mayor edad, más rigidez en los comportamientos, menos flexibilidad en la actitud de cambio y en el deseo de hacer introspección y evolucionar, por lo tanto, la esposa de mi amigo, con el paso de los años se convirtió en una persona aislada. La frase más frecuente en este matrimonio era la queja constante de Eugenio: "Por favor, no me excluyas".
La independencia disfuncional, existe. Y es definida como "la tendencia a estar altamente preocupado por la individualidad y por evitar toda clase de cercanía en las relaciones". Es una autonomía, llevada al límite, al punto de excluir a las demás personas. Quienes son disfuncionales en este sentido, les cuesta sobremanera conectar con los demás, se les hace muy difícil incluirse en el toma y da de las relaciones sanas. Se sienten culpables de pedir ayuda y tampoco saben como recibirla. Son estas personas, que pasan más tiempo en actividades en solitario (como mirar televisión) que compartiendo con amigos.
Afortunadamente, la esposa de Eugenio pudo darse cuenta a tiempo de su comportamiento y empezó con algunos pequeños cambios en su rutina. Conectó con viejas amigas a través de las redes sociales e incluso llegó a hacer viajes al exterior con ellas, comenzó a delegar tareas importantes dentro de su empresa y a confiar más en sus colaboradores, empezó a ser más detallista con sus seres queridos haciendo pequeños regalos sin ninguna razón en específico, se apuntó en talleres y cursos en otras áreas no relacionadas con su trabajo con la idea de hacer nuevos amigos, le pedía a Eugenio que la ayudara con cosas que ella sabía hacer a la perfección (de vez en cuando se hacía la damisela en apuros). Ella entendió, que su independencia podía ser un "plus", al ser manejada con la porción adecuada. Básicamente trabajó con su ego, crecido por un individualismo desproporcionado.
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