Todos tenemos días malos. Y días pésimos.
Esos días en lo que todo parece ir mal desde que el cuerpo sale de la cama. El agua caliente no funciona, se acabó el café, recibes una mala noticia muy temprano en la mañana, el tráfico está horrible, te cancelaron la cita en el médico, el veterinario aumenta los precios de sus honorarios, te invitaron a una reunión en el colegio para hablar sobre el desempeño de tu hijo, subiste cinco libras durante las vacaciones, la electricidad este mes llegó más cara, es hora de pagar al gobierno esos horribles impuestos que parecen tan injustos, asaltaron a alguien que conoces y te amarga el día...la lista aumenta.
Es cierto que estos pequeños y grandes sucesos, nos pueden hacer sentir, por un momento, que la vida es una larga carrera que parece llegar a ningún lado y de repente, respondemos con furia hacia alguien que no tiene nada que ver con lo mal que parece ir todo y respondemos con furia hacia nosotros mismos.
Debemos aceptar que la vida a veces es difícil y aprender a disfrutar de lo bueno. La clave está en ser conscientes que las dificultades nos pueden hacer pensar negativamente y quedar enganchados en estos sentimientos de impotencia.
La próxima vez que un mal día te haga perder de vista todo lo bueno que tienes, sigue estos tres simples pasos:
La próxima vez que un mal día te haga perder de vista todo lo bueno que tienes, sigue estos tres simples pasos:
a) Perdónate a ti misma por sucumbir a la negatividad
b) Explora cual fue el acontecimiento específico que te hizo sentir mal y que te hizo salir del camino de la felicidad y por último,
c) Sigue adelante con pensamientos positivos y agradeciendo al universo lo que tienes y lo que no tienes.
¡Feliz Día!
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