Al final del proceso de reclutamiento te decidiste por esa persona que te causó una buena impresión, no por su vasta experiencia, sino por ese "no sé que", ese aire de confianza que te inspiraba y una intuición que has desarrollado con el paso del tiempo, sabiendo quienes son esas personas que serán de aporte a tu equipo de trabajo.
Y a pesar de que esta persona ha demostrado tener cualidades excelsas tales como puntualidad, lealtad, espíritu de trabajo en equipo, honestidad, asistencia, capacidad para la comunicación, motivación, disciplina y trato amable, sus habilidades para generar ingresos son un poco débiles.
Los clientes y compañeros de trabajo aman a este empleado, pero a pesar del tiempo invertido, su capacidad de resultados de la labor en si es prácticamente nula. Es el contable que hace el trabajo de forma tan detallada, que no avanza. O el vendedor, que es amigo de todos, pero no cierra negocios importantes. O la Asistente Administrativa, que tiene una sonrisa que deslumbra a cualquiera y organiza las mejores fiestas en la oficina, pero cuyos talentos no pasan de eso precisamente: Sonreír y organizar las mejores fiestas en la oficina.
Hasta cierto punto, nos da muchísima lástima tener que despedirlos, porque todo el mundo se identifica con esta persona y esta persona se identifica mucho con la empresa, y hasta cariño le hemos tomado, casi como si fuera de la familia. Sin embargo, a la hora de medir el desempeño, serán los números los que hablan. Es, en cierto punto, para ti, como dueño de tu organización, una encrucijada.
Ahora que has identificado a este empleado, es tiempo de tomar algunas iniciativas que definirán tu proceder. Y eso será en la próxima entrada...
Ericarol
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