Desaprender. Olvidar todo lo que sabía, obviar las preguntas que no llevan a ningún lado, no tratar de entenderlo todo, aceptar que todo es verdad y todo es mentira y que nadie tiene la verdad absoluta. Examinar mis creencias y definir cuales me limitaban. No competir con, imponer o manipular a los demás. Entender que cada quién tiene un universo propio, diferente al mío, por lo tanto, la realidad no es una sola. Dice Jorge Bucay: "Aceptar es no pelear con lo que los demás piensan o hacen, aunque no esté de acuerdo, aunque no lo entienda, aunque no lo comprenda ni lo justifique". Y es que, nos sentimos tan violentados cuando alguien nos lleva la contraria, tendemos a discutir, a tratar de poner a los demás en nuestro mismo estado mental, queremos controlarlo todo.
También, identifico mi forma muchas veces tóxica, de relacionarme con algunas personas en mi vida, siempre a través de una necesidad, más que de un intercambio sano. Aceptar que en todas mis pasadas relaciones fallidas tengo una cuota de responsabilidad personal de que no haya funcionado. Aceptar los desencuentros como parte natural de la vida sin sentirme rechazada. Trabajar en el desapego. "Yo soy yo y tú eres tú. Yo no soy en este mundo para llenar tus expectativas. Ni tú estás en este mundo para llenar las mías. Cuando tú y yo nos encontramos...es hermoso. Y cuando no nos encontramos, no hay nada que hacer" (Fritz Perls). Me gusta Walter Riso, el experto en apegos y me resuenan mucho sus conceptos sobre este tema. Empecé a leer sobre el narcisismo, la co-dependencia y los "vampiros emocionales" entre otras linduras, en este mundo mentalmente caótico.
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