Cada vez que tengo la oportunidad de hablar con las personas que están a punto de iniciarse en el mundo competitivo de las empresas, soy muy específica y puntual en referencia a quienes escogemos en la vida, tanto para casarnos como para que nos acompañe en la difícil tarea de emprender una idea de negocios.
Nunca me olvido de uno mis primeros empleos en una fábrica de pantalones, tuvo un éxito rotundo durante sus primeros años pues sus dos principales socios eran como el agua y el aceite, lo cual es bueno. Uno tenía lo que al otro le faltaba y viceversa. Me explico: Socio no.1 era sociable, educado, elegante. Tenía un gran carisma y era respetado de solo verlo. El se encargaba de conseguir los clientes, de las relaciones públicas, de asistir a los eventos de negocios y actividades sociales. Viajaba por el mundo entero en reuniones con los clientes, y lo disfrutaba. Conocía varios idiomas y sabía mucho de vinos. Socio no.2 tenía la personalidad perfecta para manejar a los operarios de la fábrica: todo el mundo lo escuchaba, tenía los conocimientos técnicos para hacer un producto a gran escala con calidad. Era serio, disciplinado, trabajador. Era el primero que llegaba y el último en irse. Mientras socio no.1 se encargaba de las relaciones externas, socio no.2 se encargaba de las relaciones internas y de que todo funcionara a la perfección. Ambos no coincidían siempre en sus opiniones, pero se respetaban y no interferían con el área del otro.
Definitivamente, este es uno de esos casos, donde las diferencias suman sin restar.
Comentarios
Publicar un comentario