Hablando con una amigo sobre una importante tienda por departamentos del país, estuvimos de acuerdo en que todos los empleados o la mayoría de ellos, para no pecar de injustos, eran sumamente descorteses.
Nos pusimos a pensar si la identidad de una empresa estaba centrada en su cabeza (el dueño o los dueños), en lo que los clientes pensaran de ellos, o en los empleados. Llegamos a la conclusión de que como la identidad de un negocio la determina todos los factores anteriores, esta identidad no era algo tangible, sino más bien, algo abstracto, como el espíritu de la empresa.
Para algunos entendidos en la materia, la cultura corporativa se define en la personalidad de dicha organización, algo que aunque no se ve ni se toca, no puede esconderse. Una empresa, habla, grita, a través de sus acciones.
La identidad empresarial, no puede confundirse con la identidad de la marca o los elementos de la marca, como el logo. Es mucho más. Es el olor inconfundible de las oficinas de dicha empresa; es la forma en que los empleados llevan el uniforme; los formatos de facturas, sobres, hojas timbradas; las actitudes de los empleados; la forma de contestar el teléfono (una máquina con dieciocho distintas opciones?), es decir, es lo que la empresa comunica en su interacción con el mundo de afuera utilizando distintos elementos.
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